Caminaba decidida, pero solo era apariencia. Dentro estaba
destrozada. Su hermana, Alessandra, en coma. Era increíble, pero cierto. Unas
lágrimas comenzaron a brotar de sus inocentes ojos avellana. No impidió su
salida, ni tampoco se las secó. Simplemente las dejó correr por sus mejillas,
por sus labios y luego caer a su ropa o al suelo. Siguió andando hasta la
cafetería del hospital. Se acercó a la barra.
-Perdone, ¿podría ponerme un café? – preguntó mientras intentaba
ocultar las lágrimas.
-Claro, un momento y se lo doy. ¿Le gustaría también algún
dulce? – dijo el camarero.
-Hum… Sí, póngame ese croissant de allí, gracias.
El camarero cogió un plato y con unas pinzas colocó el croissant en él. Se lo dio a la chica y luego preparó el café. Elisa esperó y, cuando estuvo todo listo, lo llevó a una mesa vacía. Se sentó y empezó a comer mientras las lágrimas del amor por su hermana volvían a caer.
-Perdona, ¿este pañuelo es tuyo? – preguntó una voz detrás suya recogiendo un pañuelo de flores del suelo. Elisa se dio la vuelta.
-Sí, gracias. – dijo mientras se lo colocaba alrededor del
cuello.
-De nada. ¿Estás llorando? – preguntó el joven.
-Sí, es decir, no. No es nada. – contestó Elisa mientras se
secaba las lágrimas con la manga de su camiseta.
-Hum… vale. Mejórate. – dijo mientras apoyaba una mano es un
hombro. – Adiós.
-Adiós, y gracias. – respondió, y el chico se fue de la
cafetería.
“Extraño”, pensó Elisa. Se encogió de hombros y siguió con
su desayuno. Acabo y pagó de nuevo en la barra. Luego fue de nuevo a la recepción de hospital. Pidió permiso para ver a su hermana otra vez, pero no se lo
permitieron. “No tengo nada que hacer aquí”, se dijo mientras se dirigía a la
salida. Fue hacia su moto, se puso el casco y la arrancó. Cogió la carretera
hacia su casa y se dejo llevar. Conducía casi sin mirar, porque conocía el camino
de memoria. Cuando llegó aparcó la Vespa negra en la puerta y se quitó el
casco. Abrió la pesada puerta y entró. El portal parecía más triste y solitario
sin su compañía. Estaba más apagado, más oscuro. Llamó al timbre de su puerta y
esperó. A los pocos minutos se abrió y Elisa saludó a su asistenta.
-Buenos días, Anna.
-Hola Elisabeth. Tu padre está en el estudio. – le respondió
Anna.
-Gracias. Y por favor, no me llames Elisabeth. Solo Elisa. –
replicó.
-Está bien… Elisa. – dijo sonriente la asistenta.
-Chao. Luego te veo. – respondió entre carcajadas Lisa
mientras salía corriendo hacia el estudio de su padre.
Me encnata, haz mas capitulos!
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegra que te guste:)
ResponderEliminarMañana subiré otro ;)
Me encanta *----*
ResponderEliminarMe alegra que te encante (L)
EliminarMe encanta,es la novela mas bonita que he leido hasta ahora,por favor sube más!
ResponderEliminarMuchísimas gracias :)
ResponderEliminarEs genial :) Escribes muy bien, me gusta mucho. Te pediría que me avisaras cuando subas capítulos, pero estoy haciendo limpieza de amigos en Tuenti y no creo que fuera buena idea agregar a alguien nuevo, me liaría más xDD Así que estaré atenta a cuando subas nuevos capítulos :)
ResponderEliminarUn beso ^^
Muchísimas gracias, Carla.
EliminarNo importa que no puedas agregarme a Tuenti, tú mira de vez en cuando, que subiré casi todos los días uno. Hoy mismo subiré el cuarto :)
Un beso (L)