Cuando se encontró frente a la puerta blanca del doctor, llamó con los nudillos de
la mano y esperó. A los pocos segundos un hombre alto, con el pelo negro y
rizado, algo de barba, gafas de pasta negras y una bata blanca le abrió.
-Hola, ¿puedo ayudarle? – preguntó el hombre.
-Sí. Usted es el doctor de mi hija, ¿verdad?
-¿Quién es su hija?
-Alessandra, Alessandra Johns.
-Alessandra… Sí, la joven en coma. Pase, por favor. – y a
continuación Jorge entró y el doctor cerró la puerta. – Siéntese, Sr. Johns.
-Gracias. – dijo mientras se acomodaba en una silla de tela azul. –
Mire doctor, me gustaría saber en qué estado se encuentra mi hija y si se
recuperará pronto.
-Su hija está grave, muy grave. Tuvo mucha suerte de que la
encontráramos a tiempo. Minutos más tarde la abríamos hallado muerta. Perdió
mucha sangre, fue un corte profundo, justo en las venas. Si su propósito era
cortárselas, dio en el clavo. Volviendo al tema, se recuperará. O al menos eso
creo, hoy en día la medicina está muy avanzada, y se pondrá bien. ¿Cuánto
tardará en despertar? No lo sé, nadie puede saberlo. Podría hacerlo hoy mismo o
dentro de un año. Hay que mantener la esperanza de que lo haga lo antes posible.
-Gracias por la información. Eso es todo. – Se levantó de la
silla, pero antes de salir Jorge se dio la vuelta – Cuando despierte, ¿qué
pasará con ella?
- Habrá que tenerla en el hospital hasta que esté bien. Eso
puede llevar unas dos semanas. Luego puede que se quede en casa unos días,
siempre bajo vigilancia, nunca se sabe si puede intentar suicidarse de nuevo.
Después, probablemente irá a un psiquiátrico. – contó el doctor a Jorge.
-¿Cuánto tiempo estará en el psiquiátrico?
-Nadie lo sabe. Hasta que se recupere y sepamos con certeza
que no lo hará de nuevo. Hasta que aprenda la importancia de una vida y que no
se puede desperdiciar.
-¿Cuánto es lo máximo que ha pasado alguien en un psiquiátrico?
– preguntó Jorge.
-Años. Cinco, diez, veinte… La verdad es que no lo sé.
Depende del caso, claro. Allí hay suicidas, anoréxicos, bulímicos… Todo depende
de la enfermedad que padezcan.
-Gracias por la información, doctor.
-Es mi trabajo, no me dé las gracias. – Se levantó y le
tendió una tarjeta. – Aquí está mi número, para cualquier cosa, llámeme.
-Gracias otra vez, doctor. Mantenme informado, por favor.
-Por supuesto. Hasta pronto, Sr. Johns.
Jorge cerró la puerta y bajó las escaleras. Se despidió de
la recepcionista que le había atendido y salió del hospital.
Se montó en el coche y se fue a casa. Aparcó en el garaje y
entró al portal. Se encontró con la vecina del segundo, una señora mayor, con
arrugas que empezaban a marcarse en su cara, tenía el pelo canoso pero aún algo
castaño y los ojos miel. Siempre iba maquillada muy vistosamente: labios rojos,
mucho rímel y sombra de ojos de colores llamativos. Hoy iba vestida con una
falda larga gris y una camiseta roja de manga larga. Su marido, el señor
Parker, era de su misma edad, calvo y con gafas de cristales muy gordos.
Sylvia, la vecina, llevaba dos bolsas de
plástico repletas de comida.
-¡Jorge! ¡Cuánto tiempo! – exclamó Sylvia.
-Hum… Sí, mucho. Dos o tres meses, creo.
-Es verdad, hace al menos dos meses que no coincidimos.
-Cierto, Sra. Parker…
En realidad todo era obra de Jorge,
que desde que murió Carolina había estado evitando encontrarse con vecinas y
amigos, para no tener que responder preguntas de tipo: “¿Qué tal llevas la
muerte de Carolina, Jorge?”, “¿Lo superan bien las niñas, Jorge?”, “Debe de
haber sido muy duro, sobre todo para Elisabeth, la más pequeña, ¿no, Jorge?”…
-Bueno, ¿todo bien?
-Sí, todo perfecto, Sra. Parker. – contestó mientras subía
al ascensor.
-Me alegro. ¿La pequeña Elisabeth lo lleva bien también?
-Sí, como puede, pero bien. - pulsó al dos y al tres y esperó a que el
ascensor se pusiera en marcha.
-Y la mayor… Alessadra… ¿cómo lo lleva? Hace mucho que no la
veo…
-Alessandra… sí, está bien. Sale mucho, ya es una
adulta, será por eso que no la ves… - mintió Jorge.
-Sí, será eso… - respondió pensativa Sylvia.
-Bueno, ya hemos llegado a su piso. Hasta pronto Sra. Parker
– dijo Jorge cuando la puerta se abrió.
-Hasta pronto, Jorge. Me alegra haber… - no le dio tiempo a
terminar porque la puerta se cerró de nuevo y el ascensor subió hacia el
tercero. Jorge suspiró aliviado, odiaba mentir, pero era necesario. Ya era
suficiente tener que aguantar preguntas sobre su fallecida mujer como para
tener que soportar también por su hija en coma.
jooooo.... ahora que iva a leeer masss :(( cuando los vas a poner??
ResponderEliminarCreo que mañana pondré el séptimo :)
ResponderEliminar¿Te han gustado los que llevo?
me encanta, estoy deseando leer el próximo capitulo!! :)
ResponderEliminarMe alegra que te guste y espero que sigas leyéndome :)
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