¿Que por qué leo? Porque hace que me olvide de todo, me hace reír, llorar, soñar. Porque un lector vive muchas vidas antes de morir, y uno que no lee solo vive una. ¿Que por qué escribo? Porque así puedo desahogarme, contar mis vivencias, experiencias, sentimientos, puedo sincerarme. Porque escribir es un arte, un precioso arte.

martes, 4 de septiembre de 2012

Séptimo capítulo ~ Un extraño despertar


Cuando llegó al hospital, Elisa subió hacia la tercera planta, donde estaba  la habitación de Alex, pero no la encontró dentro, así que decidió preguntar a una enfermera que había por allí.

-Perdone, ¿sabe dónde está la habitación de Alessandra Johns?
-Sí, la han movido a una de la cuarta planta, la 402.
-Muchas gracias. Adiós. – y salió corriendo hacia las escaleras.

Subió y se encontró a tres médicos, dos enfermeras y a su asistenta allí. Los médicos eran iguales. Altos, algo gordos, con el pelo canoso y unas gafas gruesas de pasta oscura. Las enfermeras eran polos opuestos. Una era bajita y rechoncha. Tenía el pelo rubio, recogido en un moño alto con algunos pelos sueltos junto a sus mejillas sonrosadas. La otra era muy esbelta. Su pelo castaño caía sobre su espalda, muy liso y brillante. Elisa se acercó a ellos y se quedó al lado de su asistenta, que estaba algo apartada.

-Anna ¿cómo está Alex? – preguntó apresurada.
-No lo sé. Los médicos me han dicho que tengo que esperar unos minutos para verla.
-¡Pero no tengo unos minutos! ¡Necesito verla ya! –gritó Elisa alterada.
-Tranquila, ya pueden pasar. – dijo el médico mientras les abría la puerta de la habitación 402.
-Muchas gracias doctor. – respondió educadamente Annabell mientras seguía a Elisa, que había entrado apresuradamente al cuarto.

Esta habitación era más grande que la de la planta inferior, con más luminosidad y claridad. Había unos dibujos en las paredes, un sofá de rayas azules y blancas y una mesita baja de cristal. A un lado estaba la camilla donde se encontraba Alessandra. En cuanto la vieron, Elisa y Anna se acercaron a ella.

-¡Alex! – gritaron al unísono mientras la abrazaban. Elisa soltó una lágrima. Esperaba ver a su hermana sonriente, mostrando sus blanquecinos dientes y ese brillo en sus ojos azules que tanto le gustaba. En lugar de eso, Alessandra estaba seria y con la mirada apagada. Luego Elisa se acercó a su asistenta y se abrazó a ella entre sollozos.
-Anna… ¿por qué está así? ¿Por qué no se alegra de vernos? – preguntó entre lágrimas.
-Elisa… Ten en cuenta que acaba de despertar, que intentó suicidarse. No debe de ser fácil para ella. – susurró.

Ambas se abrazaron mientras Alessandra alzó un poco la cabeza. Tenía el pelo despeinado, y unas ojeras bajo sus apagados ojos. Abrió un poco los labios y susurró:

-Lo si… siento… - y después bajó de nuevo la mirada y dejó que su pelo la tapara. 

No quería ver la cara de decepción de su hermana ni la de su asistenta. Elisa divisó unas lágrimas cayendo sobre las piernas de Alex envueltas en el pijama azul del hospital. Luego dio dos pequeños pasos y la abrazó fuertemente, saboreando las lágrimas saladas de su hermana. 
Elisa se desplomó de rodillas, envuelta en su propio llanto. Apoyó la cabeza en el suelo, dejando que sus cabellos de reflejos rojizos cayeran, tapándola por completo. Cuando empezó a notar que se ahogaba en sus propias lágrimas, levantó la cabeza despacio. Alzó la vista hacia su hermana, que estaba sentada sobre las sábanas blancas de su camilla. Estaba en un estado hipnótico, mirando silenciosa por la ventana. Sin poder aguantarlo más, Elisa se puso en pie y salió dando un portazo. Allí intento secarse las lágrimas, pero seguían brotando de sus ojos avellana.

Alzó la cabeza y se encontró con una mirada que le era familiar a unos centímetros.

-¿Mike? – preguntó sorprendida mientras le miraba fijamente, intentando evitar que salieran más lagrimas.